Sólo una débil luz alborea como un puntito único en un enorme círculo negro. Esta débil luz sólo es un presentimiento que el alma no se atreve a ver, dudando si la luz será un sueño y el círculo negro la realidad.
Wassily Kandinsky, De lo espiritual en el arte
Wassily Kandinsky (Moscú 1866- Neuilly-sur Seine 1944) fue un pintor y teórico ruso del arte abstracto. Este fragmento de texto pertenece a la introducción de su libro De lo Espiritual en el Arte que fue publicado en 1912 . Este libro, que surge en plena crisis de la modernidad, traza los fundamentos teóricos del arte abstracto y nos transmite la importancia de la dimensión espiritual que desvela la obra de arte.
El autor nos sitúa frente a una visión que conduce al espectador a intuir cómo de las profundidades de la obra apunta lo espiritual haciéndose paso por un universo material y oscuro. Hay que considerar que el pensamiento del autor está marcado por una época de profunda crisis que supuso un cambio radical de ver el mundo, donde caen los valores éticos, espirituales y se contempla solamente la parte objetiva material.
“… la religión, la ciencia y la moral se ven zarandeadas”[1], es la época ciega, donde “los hombres dan una valoración excesiva al éxito exterior, se interesa únicamente en los bienes materiales y festejan como una gran proeza el desarrollo tecnológico”[2] El gran círculo negro hace eco de esta profunda insatisfacción y del rechazo al materialismo. Para Kandinsky, el color negro caracteriza la profunda tristeza, la nada, el silencio sin futuro y sin esperanza; el círculo cerrado será el símbolo de la muerte de un mundo que se ha acabado.
Por otra parte, dentro de este gran círculo negro, se observa una pequeña luz, es un pequeño “qué” perdido, es “el alma del arte”[3]. Es un amanecer espiritual, una intuición de que algo importante y grande aparece. Esta luz no es más que aquello propio del arte, su realidad invisible que es ajena al espacio y al tiempo. Es el contenido místico del arte, que surge del interior del artista que precede al momento pictórico. Y es desde esta mirada hacia el interior, en la que va surgiendo la esencia del arte, el elemento objetivo que es lo eternamente artístico y que va mostrando su realidad a través de las formas y el color. Y ese punto de luz, que al principio parece como un sueño, sería como el color blanco que “suena como un silencio que de pronto puede comprenderse”[4].
Kandinsky va a crear sus composiciones a través de las formas y el color, y las pone a merced de lo divino. La guía no será otra que una fuerza que llama “necesidad interior”, que es expresión de aquello objetivo que precede al momento artístico y que, en cada momento de la historia, se expresará a través del arte de una manera diferente. Este principio subyacente, esta intuición es la que el artista ha de cultivar y expresar y, por otra parte, es la que el espectador debería buscar en el arte y no contemplarlo solamente por los elementos externos. Aparece así lo abstracto, la construcción latente, un “desvelamiento” dirigido desde el alma del artista al alma del espectador. La obra de arte abstracto se convierte, de esta manera, en la manifestación de la dimensión espiritual del artista, adecuando la forma al contenido verdadero e interno: al contenido místico del arte.
Finalmente, Kandinsky a través de los colores, las líneas y las formas va conformando una nueva manera de expresión artística, donde se va desvelando la verdadera esencia del arte, que está más allá de la pintura. Todo apunta a que el espíritu empieza a despertar de la pesadilla del mundo materialista.
[1] KANDINSKY, W. (1912), p. 28
[2] Íbid, p. 17
[3] Íbid, p. 20
[4] Íbid, p. 41
Bibliografia:
KANDINSKY, W. (1912), De lo Espiritual en el Arte, Premia editora, S.A., México,1989.
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